Con tu permiso Juan
EL TESORO ( autor Juan Antonio Morán- Jams)
Cuarenta años
después, cada rincón de Casares es un escenario vivo de mi pasado. La tienda de
Miguel -ya en ruinas- que presumía de vender jabón de lagarto y chorizo de
león; el balcón de Marita, cumbre de mi deseo juvenil; el banco de piedra que
señalaba la parada del autobús, desde donde escapé con mi amigo Vicen para
conocer el estadio Bernabéu y conseguir una foto con Zárraga que perdimos poco
después.
Durante años mantuve el deseo recurrente de encontrar nuestro particular tesoro, cuyo objeto más valioso era el crucifijo de plata que le robamos a Sor María con toda la intención de cambiarle el destino. Inesperadamente, apareció donde lo dejamos, bajo la piedra plana del muro de Las Albricias. Era evidente que Vicen lo había revisado antes de morir.
Aún se conservaba, ya amarillo, nuestro “pacto de amistad eterna”, una cajetilla intacta de Peninsulares, tres estampas de mujeres desnudas y un inesperado sobre que, en el exterior, explicaba la ausencia de la joya.
“Sor María ha muerto. No creo que mereciera el infierno. Meteré el crucifijo en su ataúd, pero repongo el valor de nuestro tesoro”
Abrí el sobre y allí estábamos los tres: Zárraga, Vicen y yo.
Durante años mantuve el deseo recurrente de encontrar nuestro particular tesoro, cuyo objeto más valioso era el crucifijo de plata que le robamos a Sor María con toda la intención de cambiarle el destino. Inesperadamente, apareció donde lo dejamos, bajo la piedra plana del muro de Las Albricias. Era evidente que Vicen lo había revisado antes de morir.
Aún se conservaba, ya amarillo, nuestro “pacto de amistad eterna”, una cajetilla intacta de Peninsulares, tres estampas de mujeres desnudas y un inesperado sobre que, en el exterior, explicaba la ausencia de la joya.
“Sor María ha muerto. No creo que mereciera el infierno. Meteré el crucifijo en su ataúd, pero repongo el valor de nuestro tesoro”
Abrí el sobre y allí estábamos los tres: Zárraga, Vicen y yo.
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