domingo, 30 de junio de 2013





FUEGOS ARTIFICIALES

Había docenas de pequeñas esferas de colores brillando en el cielo. Esferas, que tras el estruendo de los fuegos artificiales se quedaron suspendidas, vagando sin rumbo preciso.La playa, llena de expectación, retumbaba y yo, mudo, quieto, fijé mi mirada en una de esas luces brillantes, siguiendo su trayectoria. Me pareció profética esa imagen. Pero yo no era un hombre valiente. De aquel estado de paz y felicidad me sacó la voz de Dori, más bien sus gritos que me ordenaron seguirla hasta nuestra casa. Hubiera preferido no hacerlo y continuar conectado con la luz hipnotizadora de ese cuerpo que sin serlo parecía celeste. Hubiera preferido atreverme a decirla que no, que tenía una trayectoria que seguir, que si no lo hacía la perdería para siempre. Pero no tuve valor.  Mi vida continuó con Dori, y Sofía, ante mis pocos arrestos decidió marcharse sola del pueblo. Cada año voy a ver en soledad los fuegos artificiales, pero ya nunca serán como aquellos; mi esfera se perdió entre las nubes.


3 comentarios:

  1. Lo efímero tiene esa pequeña recompensa, pero siempre lo echaremos de menos.
    Un saludo.
    Juan M.

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  2. No sé, no sé, al final casi todas las esferas acaban perdiéndose, difuminándose. Tampoco se ven mal los fuegos en soledad.
    Abrazos

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  3. Es tan difícil en ocasiones tomar decisiones.
    Un placer asomarme a esta ventana.
    Un abrazo.

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